Caminando por caminos

Me fui caminando por caminos
como costuras de paisajes idóneos
a mi sublime pensamiento.

Por aquéllos me encontré una pelusa,
insignificante ser con pretensión
de tela e intención de ensuciar mi chaqueta,
quería anclarse a la textura del paisaje,
pero no la dejé y le dije:
"Tú no eres parte de la costura,
los caminos no están hechos
para cosas tan nimias"

Levanté piedras abandonadas de
mi pretérita memoria
donde encontré los fragmentos
de la prosa que hoy se retrata sobre tus ojos...
que parece tan sublime,
pero no es más que esa pelusa insignificante,
con pretensión de tela en intención de ensuciar
los caminos caminados,
por los que deseaba plasmar mi
sublime pensamiento.

En tus palabras

Deja que la tierra
se coma tus palabras.

Para que nazca la verdad.

Caiga el fulgor de tu encono
y blanca bandera en soledad
traspase el incendio inmaculada.

Para que arda la verdad.

Limpie el polvo en el velo
oculta al rostro la caridad
espejismo bandido del que lo tiene todo,
y el todo ceda a la realidad.

Para que sea verdad.

Pesado

Siento mi cuerpo pesado
pero es mi mente la que pesa:
pesa en la mitad del camino
más que al principio y menos que al final,
pero pesa.

Mi conciencia está pesada
por lo que haré pero más por lo que no
por los proyectos inconclusos,
por los incipientes.
De lo que siempre quise hacer y ahora hago,
de lo que ya jamás haré.

Ahora es cuando no quiero ver el amanecer
y quedarme en la semipenumbra
antes del despertar.

Mensaje en la Botella

Adiós, mi compañera vida
¿qué es lo que espera tras la línea?
Adiós,
ya no me queda nada
sin el suspiro el alma no envidia
en el grito el alma se ahoga
y ya no queda nada.

Adiós,
ya no me queda nada
¿qué fuiste sino la última esperanza?
y no era más
jamás fue realizada
no hubo reflejo al otro lado
un llamado sin eco
un hogar sin morada.

Adiós,
aunque no haya respuesta
será un mensaje en la botella
quizás después
encontrará un reflejo
entenderá el eco
y le dará morada.

¡Adiós!

Ciudades sin sombra

Ciudades sin sombra,
masas grises acostumbradas al bullicio
caen en melancólico silencio
tras un último quejido.

Ciudades sin sombra,
la sangre ya no fluye en las siluetas
el barco se transformó en morada, el hogar en nave.
La nuevas naves remontan las aguas
llevando consumidos trazos sin forma.

Cuántas siluetas no darán más sombra
ni cantarán canciones,
en la penumbra agotaron su melodía.
Sobre los montes cantarán
aquellos dueños de su sombra
un son de gaviotas en el mar,
de pretéritos amores
y presentes dolores.

Mas tras la angustia del sentimiento
y a media asta los corazones
el fénix volará sobre las ruinas
de las ciudades sin sombra.

El joven dueño del mundo

El joven era dueño del mundo

y lo sabía
infinitas partículas en una sola mente.

El mundo era dueño del joven

y lo sabía

infinitas partículas dueñas de una sola mente.

Un día él no despertó,
y el mundo se acabó,
ya que no era más que un sueño efímero
en la mente de uno,
existía para uno
y no era más que el desperdicio de ese uno
del joven dueño del mundo.

Ese día el mundo no despertó
y el joven se acabó,
ya que no existía más que para un cosa
ser dueño del joven,
existir para el joven
y no era más que el hecho de tenerlo,
al joven dueño del mundo.

Oda al Mouse

Ratón amaestrado
a la vez flecha sinuosa,
paciente e irrespetuosa.

Con tal gallardía
navegas punzando prodigios,
portentos, antiportentos,
desilusiones,
amores o desamores,
tedios infinitos.

Te crees puntero,
metralleta o espada láser,
lápiz o goma,
varita mágica, lupa
serpiente o estrella.

Así vestido tu cuerpo virtual
por ciber-maravillas,
quién diría que tu dios
no es sino un par de dedos delante de una mano.